Quid Pro Quo es una expresión que, en aquellos tiempos del Imperio Romano, se utilizó como un recurso del teatro. Su finalidad fue la de crear situaciones jocosas basadas en confundir un personaje con otro. Mientras que, en la cultura anglosajona, se utilizó la expresión Quid Pro Quo en un sentido diferente: el de expresar un trato recíproco o referirse a la sustitución de una cosa por otra. Tomando de base esta constancia cultural, es correcto entender que la significación actual del Quid Pro Quo es una aportación del pueblo anglosajón más que del pueblo romano. No obstante que, en buen uso del lenguaje, en aquellos tiempos fue más correcto referirse a tal sustitución de una cosa por otra utilizando la expresión DO UT DES, cuya traducción es: doy para que me des. Posteriormente, la referida expresión socializó los conceptos e ideas que se agruparon en los conocidos contratos innominados. En tal sentido, se dejó constancia en el Corpus Iuris Civilis que aparece durante el Siglo VI.
De manera práctica, actualmente el Quid Pro Quo se utiliza para acordar con otra persona una colaboración justa y equitativa en relación a lo que se ha recibido. A modo de estructura didáctica, con la intención de explicar cómo se presenta este fenómeno, es posible esquematizar tres elementos que interaccionan como un todo, elementos que servirán de fundamento para calcular la posibilidad de éxito en la aplicación del Quid Pro Quo.
El primer elemento a observar es la capacidad de decisión, recaída sobre la persona de quien esperamos la retribución. Es así que, las tareas de esfuerzo para entregar el objeto en intercambio deben ser equitativas con las tareas efectuadas por la persona con quien existe el compromiso. Como segundo elemento, estaría la transferencia, entendida como esa cualidad de observar en el objeto características afines a quien está comprometido a entregarlo. El tercer elemento es la preferencia, siendo el justificativo interno del intercambio. Los elementos descritos se equilibran en un punto de igual esfuerzo y desgaste en el que las partes se encuentren afectadas.
En recomendación, para que subsista el Quid Pro Quo las partes deben mantener el mismo nivel de esfuerzo y desgaste, lo que solo es posible cuando la información es actualizada dinámicamente. En caso de ocurrir actos que uno de los intervinientes omite realizar, tal situación causará la pérdida del equilibrio y las ganancias de una de las partes aumentará significativamente, con lo que el espíritu del Quid Pro Quo desaparece.
Copyright Juan José Guerra Toro ©2015. Todos los derechos Reservados. Edición 2017.